Muy controversial
resultó una propuesta para que guerrilleros desmovilizados tuvieran una suerte
de pensión en un eventual posconflicto.
Un rechazo natural se
evidenció en gran parte de la ciudadanía, con toda razón. Es contrario a
cualquier sentido de justicia que quienes han hecho parte de las guerrillas
tengan un privilegio de una pensión o un estipendio, mientras que ese derecho
no lo alcanzan a percibir miles de compatriotas que han trabajado gran parte de
su vida en la legalidad.
Sin embargo, hay
pocas salidas, creo yo. La primera sería continuar con la guerra
antiguerrillera, hasta que no quede ni un solo reducto con combatientes
ilegales. Esto implicaría, al menos, mantener por algunos años más (quizá unos
15 o 20, u otros 50 años) el presupuesto para la Defensa que tiene
aproximadamente 28 billones y medio, para el 2016. Esto es más o menos el 14.3%
del total del presupuesto de la Nación.
Si suponemos que tan sólo
uno de cada diez pesos de ese presupuesto corresponde al combate anti
subversivo y si consideráramos, además, como se ha estimado que los armados en
las FARC son aproximadamente unos 6700 elementos, más unos 9000 en sus redes de
apoyo y que en total completamos unos 20 mil junto con los del ELN, podríamos
decir que hoy deberíamos destinar un poco más de 143 millones de pesos al año
por cada guerrillero.
La segunda opción. La
rendición incondicional de todos los guerrilleros. Suponiendo que pudiéramos
indultar a algunos y llevar a otros purgar largas condenas (de unos 20 o 40
años) en las cárceles. Deberíamos estimar que el presupuesto del INPEC para
este año está alrededor de 1.7 billones pesos, para atender una población
estimada en 2015 en 116.760 internos, pero con casi 39 mil por encima de su
capacidad. Es decir, aproximadamente deberíamos destinar $20 millones de pesos
al año por cada guerrillero encarcelado. Muchísimo mejor que la primera opción.
Sin embargo, poco realista.
La tercera opción sería
la que actualmente se explora. Una salida negociada y que algunos no vayan a
cárceles y que incluso otros tengan un estipendio mensual de, digamos, un
salario mínimo, que les garantice una progresiva vinculación a la vida civil,
por unos 10 o 15 años. Eso sería un poco más 8 millones de pesos al año por cada
guerrillero. Pero en verdad que sería injusto con quienes no han podido ni
podrán acceder a una pensión.
En economía se
estudian algunas teorías sobre distribución óptima de los beneficios o de comparación
de situaciones. Los más usados, quizá, son el óptimo de Pareto y el óptimo de
Kaldor-Hicks. En el primero, se considera que una distribución es óptima o
eficiente si se puede mejorar la situación de al menos una persona, sin que
nadie empeore.
En la práctica,
resultaría muy poco aplicable. Si, por ejemplo, escogiéramos pagar un
estipendio mensual a los guerrilleros desmovilizados, porque es la opción más barata,
tendríamos unas personas que estarían, producto de un resultado injusto, en una
situación peor.
Popayán, 30 de marzo de 2016
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