sábado, 21 de mayo de 2016

FALLAS DEL SISTEMA

En un sistema de mercado existen varios elementos que deben observarse necesariamente. Uno de ellos, quizá el más importante, es que todas las cosas tengan dueño, o que sobre todas las cosas exista algún mecanismo de apropiación, de tal suerte que podamos excluir a otros de su uso o de su consumo.

Cuando tal cosa no es posible, hablamos de un bien público y, en consecuencia, de un fallo del sistema de mercado. Un bien público se caracteriza porque no es posible excluir de su consumo a otras personas y, además, por el consumo que se haga de él, no altera las cantidades disponibles para otras personas.

El ejemplo por antonomasia es la luz solar. Es imposible excluir a otros de su uso y la mayor cantidad de luz solar que yo recibo cuando salgo a la calle, no agota las cantidades disponibles para los demás.

Los bienes públicos puros, cumplen todas esas condiciones, pero hay otros que, siendo públicos, no son tan puros.

Las procesiones de semana santa son un buen ejemplo para explicarlo. Organizar la procesión, las andas, los santos, las reliquias, los músicos, los vestidos, etc., eso tiene un alto costo. Sin embargo, muy pocas personas estarían dispuestas a compensar esos costos con dinero por ver el desfile desde la calle, pues resultaría casi que imposible privar a otros de presenciarlo y, la mayor cantidad de personas en las calles (hasta cierto punto) no disminuye la cantidad del desfile que pueda disfrutar.

Aquí es donde empiezan a realizarse una serie de maniobras, artefactos, invenciones o mecanismos para excluir a algunos, de ciertos beneficios. Desde cifrar las emisiones en el espectro electromagnético, hasta simplemente instalar graderías, para el caso de las procesiones. Ambos son mecanismos de exclusión. Supongo que el dinero que pagan las personas por utilizar las graderías, compensa de algún modo los costos de la producción de las procesiones.

¿Pero qué ocurre si hay personas que tienen la posibilidad de vender esa clase de exclusiones, pero con ello no se compensan los costos para la creación de ese bien público?

Por ejemplo, si tengo la suerte de tener el uso exclusivo de una casa con balcones que dan a la calle por donde pasarán las procesiones y dado que puedo dejar sólo para mí los recursos obtenidos, ¿acaso no estaría apropiándome de una parte de los costos en que incurrieron los organizadores? Creo que evidentemente sería así.

Hace algún tiempo leí que una compañía europea envasaba agua de mar en cajas de cartón para venderla a la industria gastronómica y ahora parece que la práctica está más extendida por unos supuestos beneficios a la salud ¿De quién es el agua del mar, para que alguien pueda tomar propiedad sobre ella y venderla?

En ocasiones el sistema de mercado, por sí mismo, no puede asignar de manera eficiente, ni justa aquellos bienes que no pueden ser física o moralmente apropiables.

Popayán, 20 de abril de 2016

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