Si hay algo que me queda claro con los
resultados de las elecciones para la Asamblea de Diputados en Venezuela del
pasado 5 de diciembre, es que el régimen despótico y autocrático que gobierna
en ese país está ahí, porque el pueblo venezolano así lo había querido.
Y así lo había querido, porque con un petróleo
a 120 Dólares por barril (que llegó a estar) y con una economía, cuyas divisas
derivan en un 96% del petróleo, pues no había lugar a la queja.
La democracia es pues, un instrumento maleable.
Si el petróleo no tuviera los precios que tiene ahora, sino que se hubiese
mantenido por las nubes, el régimen Chavista no fuese ni menos despótico, ni
menos autocrático, ni menos vulnerador de los derechos y de las libertades
individuales, pero muy seguramente, hubiera triunfado.
No en vano, dentro de las prioridades de los
nuevos miembros de la Asamblea de Diputados de la Mesa de Unidad Democrática no
está el mejoramiento económico de Venezuela, pues para continuar con su proceso
político se requiere que las condiciones económicas actuales se mantengan, o
desmejoren.
Ese el gran problema de la democracia, creo yo.
Pensamos que la democracia es como el sistema económico de mercado, en el que
por virtud de la “mano invisible” la suma en la búsqueda de bienestares
individuales concurre en decisiones políticas acertadas. Pero lo cierto es que,
el interés colectivo, generalmente es inversamente proporcional al interés
individual.
El interés colectivo indicaría que necesitamos
más parques, menos carros en las vías, o aire más limpio. Sin embargo
individualmente necesitamos más casas, más carros y más industrias.
Históricamente las revoluciones políticas más
determinantes no se han dado, sino gracias a la limitación de ciertos intereses
individuales. Desde la firma de la Carta Magna en Inglaterra, pasando por las
revoluciones norteamericanas y francesas, hasta las revoluciones
latinoamericanas de los 1800.
Esta nueva revolución democrática que se empezó
a gestar en Venezuela el pasado 5 de diciembre no es diferente. Ojalá los
venezolanos se hubieran dado cuenta desde antes, que el régimen no es bueno o
malo en función del precio del petróleo.
Pero lo mismo sucede aquí y en todo el mundo
democrático. Pensemos por un momento si convendría que en Colombia las
viviendas bajaran de precio y ser más asequibles para todos. Creo que
instintivamente todos diríamos que sí, pues claro.
Pero si ese desastre llegara a ocurrir, además
de la pérdida de las viviendas, lo que vendría
inevitablemente, sería la pérdida de las elecciones del gobierno de turno.
Popayán, 9 de Diciembre de 2015
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