Para muchos, con toda razón, el
salario mínimo decretado por el Gobierno Nacional es una afrenta a los
trabajadores, pues el monto determinado no consigue cubrir una canasta básica
de bienes y servicios, máxime cuando los datos de inflación del año pasado revelan
un alza general del 6,77% en los precios al consumidor.
Por otro lado, teóricamente, en
el sistema económico de mercado la fijación del salario mínimo trae consigo
ineficiencias. Se dice que si el precio del salario estuviera fijado libremente
por el mercado, no debería existir desempleo y el desempleo es, por supuesto,
un uso ineficiente del factor trabajo.
Desde la edad media, los
escolásticos pretendían hacer formulaciones universales sobre la justicia en
los precios de las cosas. Se decía que el precio de las cosas, para que fuera
justo, debía atender a la calidad de la persona que estaba involucrada en su
producción, con el objeto de que con el pago que se le hiciera pudiese mantener
su status.
Sin embargo, en el fondo lo que
existe es el reconocimiento del mercado como fuerza que fija los precios de las
cosas, pues es sólo aquello que tiene mayor reconocimiento para los demás lo
que logra un mejor status y, luego, por supuesto, un mejor “precio justo”.
El salario mínimo legal es una
fijación externa al mercado y afecta su funcionamiento de manera considerable.
Es por ello que vale la pena reflexionar si es necesario o no que exista
salario mínimo legal y si la justicia en su monto es producto de que con él se
logre satisfacer las necesidades básicas, o si la justicia deviene precisamente
por ser producto de la libertad en la fijación producto de la interacción de
oferta y la demanda.
Yo me inclino por pensar que el
salario mínimo fijado estatalmente es necesario, porque el reconocimiento de ciertas
labores por la sociedad es formado a partir de una deficiente información sobre
su verdadero valor. Me explico a través de lo que considero es una paradoja
deportiva: siendo en el fútbol tan importante hacer goles como mantener la
valla propia a salvo de ellos, un gol marcado, necesariamente es igual que un
gol evitado. Sin embargo, por regla general, el goleador es mejor remunerado
que el portero o que el defensor, ¿Por qué?
Los aficionados somos más
proclives a recordar goles que atajadas o jugadas de marcación; así como a
recordar más a goleadores, que a arqueros o la línea posterior del equipo; por
ello es quizá que pese a que, generalmente haya dos delanteros por un solo
portero, (mayor oferta de delanteros) es más rentable para un equipo tener en
sus filas a goleadores reconocidos; pero esto entraña, a mi juicio, una
injusticia.
En un sistema de fijación del
salario mínimo mediante la interacción de la oferta y la demanda, serán los
trabajos no calificados, aquellos con mayor oferta, los que tendrían un precio
significativamente más bajo que el que actualmente estaría fijado legalmente.
Pero, a la vez, ello proviene de la la información incompleta sobre la
participación de estas labores “no calificadas” en la producción total.
Entonces tendemos a sobrevalorar el trabajo más visible; el de los delanteros
de las empresas y no el de los cientos de arqueros o defensas que hacen que la
valla propia resulte invicta o con menos goles.
Es poca la información sobre la
productividad de amas de casa, de personas que prestan servicios domésticos, de
la productividad de la vigilancia o de los albañiles. Sólo tenemos interés por
los trabajos de los señores, por el valor de los activos, o por los metros
cuadrados que se han licenciado. Seguramente porque es una condición natural
del hombre valorar más su trabajo que el de los demás.
El valor de las cosas es para mí,
quizá uno de los temas más apasionantes de la economía y aunque la teoría
subjetiva del valor nos explica muy bien la creación del valor y de riqueza
general a partir de la valoración diferenciada que las personas hacen de las
cosas, creo que esa teoría deja por fuera la información como elemento
sustancial para formar esa subjetividad
Popayán, 6 de enero de 2016
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