Estamos al borde de un racionamiento de energía. Expertos recomiendan al Gobierno Nacional adoptar esa decisión, en razón a la disminución de la oferta originada en el fenómeno del niño y en el daño de dos de las generadoras más grandes del país. Esto, mientras que la demanda, lejos de reducirse, ha aumentado en casi un 5% con respecto al año anterior.
Nos piden entonces que, para evitar un nuevo apagón, ahorremos energía en las horas de mayor consumo. Seguro que, al igual que yo, otras personas consideran que lo que haga o deje de hacer en relación con el ahorro, no va a incidir para nada en la disminución de la demanda. Es decir, pienso que si ahorro energía, la probabilidad de un racionamiento es tan alta como si no ahorro.
Esto me recuerda un término que había leído hace algún tiempo: el efecto de red. Aunque la definición podría ser un poco más larga, podríamos entender el efecto de red como aquel fenómeno económico que hace que el precio de un bien o un servicio no dependa de sí mismo, sino de la cantidad de usuarios que tenga. Esto sería algo como una economía de escala, pero no del oferente, sino de los demandantes. Las redes sociales son un claro ejemplo.
Este fenómeno, correspondería a una externalidad, como fallo del mercado cuando la utilidad que genera el efecto de red no puedan ser internalizada por quienes contribuyen a su creación. Este fenómeno poco a poco despierta mayor interés debido principalmente a la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación, aunque ha encontrado también algún desarrollo incipiente en las ciencias sociales. En la ciencia política, por ejemplo, en el análisis del fenómeno del voto útil que puede ser estudiado como una aplicación de este principio.
Por otra parte, la obligación política de obedecimiento a la ley puede encontrar bajo la externalidad de red un punto de análisis. Entre más personas estén dispuestas a obedecer un precepto, mayor utilidad le reportará a una determinada persona incumplir el mismo. Así, si por ejemplo en algún lugar se declarara la ley seca y muchos se muestran dispuestos a cumplira, el beneficio sería mucho mayor para aquél que sea renuente y venda alcohol.
El dinero, por ejemplo, es para mí uno de los bienes que mayor utillidad reporta debido a la externalidad de red. Dado que, en nuestro caso, los colombianos confiamos que podemos conseguir más cosas con un retrato de Jorge Isaacs en el billete de 50 mil, que con en el de la Virgen María en una estampa de papel bond, el dinero encuentra valor y con ello nos beneficiamos todos, porque podemos hacer intercambios mucho más fácil, más rápido y más barato.
Sin embargo, hay quienes toman una mayor parte en ese beneficio. Quizá los mayores beneficios los obtienen los bancos que, sin que sean absolutamente necesario tener en físico la misma cantidad de dinero que ponen en circulación, la sola confianza en la red hace que se creen activos a partir de cosas que no existen. Los activos financieros que producen intereses sobre dinero del que nunca han sido dueños.
Es interesante reflexionar cómo cada uno de nosotros, sin saberlo, aporta para la consolidación de esa externalidad de red derivada de la confianza colectiva. Pero dado que mi esfuerzo para terminar con esos beneficios, que considero inmerecidos, resultaría inútil si, por ejemplo, yo decidiera cerrar mi cuenta de ahorros mañana, continúo más dispuesto en mantenerla abierta, de la misma manera que preferiría permanecer indiferente a ahorrar energía, pero esperar que los demás lo hagan.
Mejor voy a apagar las luces.
Popayán, 9 de marzo de 2016
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