Al igual que en las ciencias naturales, en las ciencias
sociales se pretende obtener, de manera científica, los principios que
gobiernan las cosas. El Estado es un elemento central de estudio para la
filosofía política, para desarrollar teorías que justifiquen su existencia y
que permitan determinar cómo funciona o, al menos, cómo debería funcionar.
Algunos filósofos de
la línea contractualista han optado por describir un época humana hipotética
anterior a la existencia de los Estados: El estado de naturaleza de Thomas
Hobbes, John Locke o Montesquieu y del que se servía igualmente Rousseau para
explicar su teoría del Contrato Social. Así mismo la posición original
desarrollada por John Rawls, en su libro Una teoría de la justicia, describe
una sociedad anterior al Estado.
La característica general de un estado de naturaleza o de la
posición original es el uso de la fuerza y de la violencia para resolver los
conflictos que supone una vida en sociedad.
Con Estados, esos conflictos se resuelven a partir de leyes e
instituciones creadas en asambleas representativas de hombres iguales.
La respuesta de Francia a los ataques terroristas del pasado
13 de noviembre es la violencia y la fuerza: apela a la confrontación
ideológica entre la República y el terror y el llamado a sus socios a atacar,
junto con Rusia y China, a las fuerzas del Estado Islámico en Siria e Irak.
Yo me pregunto: ¿habrá abandonado el ser humano el estado de
naturaleza?, ¿continúa siendo el hombre, un lobo para el hombre? ¿Habrá otras
formas de atacar el terror, diferentes al terror?
Contrario a lo que ocurría con Alemania de la Segunda Guerra
Mundial, llama la atención que la mayoría de armas, municiones y tanques que
utilizan el Estado Islámico son fabricadas en Rusia o en Estados Unidos y el
petróleo de los territorios ocupados por los rebeldes en Siria es comprado por
países que no son árabes, para producir la energía que demanda ‘occidente’.
Luego encuentro que es absolutamente cuestionable la
determinación de atacar militarmente las posiciones de Estado Islámico en
Siria, en respuesta de los ataques terroristas. Esto no haría cosa diferente
que acrecer el odio. Es sabido, además, que las respuestas militares en una
guerra asimétrica son devastadoras, especialmente, para los individuos que no
están directamente en contienda de ambos bandos.
Entre tanto, la guerra inevitablemente beneficia a otras
personas, que no combaten: a los fabricantes y comerciantes de armas y a sus
socios financieros. Ese beneficio inmoral es el que debería ser objeto de
ataque por parte de los estados organizados.
Si nos preciamos de tener Estados para combatir la barbarie
y la fuerza, entonces la primera barbaridad que debería combatirse es el
enriquecimiento individual como consecuencia de la muerte y la degradación de
las condiciones de vida de otros individuos.
Popayán, 25 de diciembre de 2015
Popayán, 25 de diciembre de 2015
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