sábado, 21 de mayo de 2016

JUSTICIA Y MERCADO

¿Qué es lo que hace que algo nos parezca justo o injusto? Algunos filósofos coinciden que tenemos un sentido innato que nos permite establecer esa diferencia. Otros, por el contrario, piensan que es a partir de la convivencia en sociedad que podemos juzgar aquello que es más conveniente.

Adam Smith, en ‘teoría de los sentimientos morales’, explica que de alguna manera podemos sentir compasión, tristeza o alegría, por situaciones que padecen otras personas, pero que a nosotros no nos afectan directamente. De ahí que podríamos calificar algunas cosas como justas o injustas.

Existiría, pues una relación muy próxima entre la sicología que estudia la empatía y la filosofía moral que teoriza sobre lo que consideramos es bueno y malo.

La semana pasada se nos presentaron noticias de niños, en La Guajira, que estaban muriendo por inanición. El Ministerio de Salud, salió a desmentir, señalando que las muertes no se habían producido por inanición, sino por otras razones distintas; pese a que no se desmintieron las condiciones de insuficiente nutrición que padecían no sólo los niños muertos, sino una buena parte de la población Wayú.

Sentimientos de indignación afloraron por todas partes, frente a esa situación. ¿Cómo es posible que mientras que los niños mueren de hambre en la Guajira, el Presidente de la República sale en una comitiva con dos aviones repletos para Washington a conmemorar los 15 años del Plan Colombia?

Pero más allá de la indignación como respuesta primaria, es posible que no analicemos por qué nos parece algo injusto que los niños Wayú estén deficientemente nutridos, mientras consideramos que, en términos generales, la apropiación de ciertas cosas en un sistema de mercado, no sólo es deseable, sino que es justa.

La Guajira es, naturalmente, un territorio desértico, No obstante, ahí se han asentado durante muchos, muchos años comunidades humanas con relativo éxito. Al igual que en Egipto, con el rio Nilo, el rio Ranchería es una fuente natural de agua que hace que esas comunidades puedan obtener su sustento.

Para infortunio de los Wayú y del rio mismo, bajo su cause existen vetas de Carbón que pueden ser mejor explotadas si el río es desviado. Esto unido a una represa que nunca terminaron y al fenómeno de cambio climático que disminuye las concentraciones de hielo en la Sierra Nevada, han llevado a que las condiciones físicas de la región cambien significativamente más rápido de lo que cambia la cultura de vida.

La explotación minera, el represar ríos y la emisión de gases de carbón, son una necesidad para el crecimiento económico, sin duda. Sin embargo, sólo una pequeña parte de los beneficios de esas actividades nos llegan a todos. La mayor parte de los beneficios se queda en los inversionistas de capital. Bajo un sistema de mercado esto es justo, pues sólo es con la decidida inversión del capital y con los riesgos financieros que se corren, es que podemos conseguir esos pequeños beneficios.

En el libro ‘Lo que el dinero no puede comprar’, del filósofo estadounidense, Michael Sandel, pretende establecer límites morales a lo que puede ser objeto de apropiación en un sistema de mercado. Entre varios ejemplos señala el de un espectáculo público gratuito en Nueva York, que por su calidad es objeto de muy alta demanda, aunque el espacio para poder verlo es limitado.

Por ello ciertas personas encuentran que es justo, en un sistema que trata de aproximar a la oferta y la demanda, apropiarse de lugares en las filas para poder venderlas posteriormente a las personas que tienen capacidad de pago. De esa manera un espectáculo que es público y que está destinado a toda la población termina convertido en algo absolutamente privatizado y que sólo puede ser disfrutado por algunos.

Igual ocurre con el río Ranchería y con los demás recursos naturales, que naturalmente no pueden ser considerados ni siquiera de los colombianos, sino de la humanidad.

Popayán, 10 de febrero de 2016

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