¿Qué es lo que hace que algo nos
parezca justo o injusto? Algunos filósofos coinciden que tenemos un sentido
innato que nos permite establecer esa diferencia. Otros, por el contrario,
piensan que es a partir de la convivencia en sociedad que podemos juzgar
aquello que es más conveniente.
Adam Smith, en ‘teoría de los
sentimientos morales’, explica que de alguna manera podemos sentir compasión, tristeza
o alegría, por situaciones que padecen otras personas, pero que a nosotros no nos
afectan directamente. De ahí que podríamos calificar algunas cosas como justas
o injustas.
Existiría, pues una relación muy
próxima entre la sicología que estudia la empatía y la filosofía moral que
teoriza sobre lo que consideramos es bueno y malo.
La semana pasada se nos
presentaron noticias de niños, en La Guajira, que estaban muriendo por
inanición. El Ministerio de Salud, salió a desmentir, señalando que las muertes
no se habían producido por inanición, sino por otras razones distintas; pese a
que no se desmintieron las condiciones de insuficiente nutrición que padecían
no sólo los niños muertos, sino una buena parte de la población Wayú.
Sentimientos de indignación
afloraron por todas partes, frente a esa situación. ¿Cómo es posible que mientras
que los niños mueren de hambre en la Guajira, el Presidente de la República
sale en una comitiva con dos aviones repletos para Washington a conmemorar los
15 años del Plan Colombia?
Pero más allá de la indignación
como respuesta primaria, es posible que no analicemos por qué nos parece algo
injusto que los niños Wayú estén deficientemente nutridos, mientras
consideramos que, en términos generales, la apropiación de ciertas cosas en un
sistema de mercado, no sólo es deseable, sino que es justa.
La Guajira es, naturalmente, un
territorio desértico, No obstante, ahí se han asentado durante muchos, muchos
años comunidades humanas con relativo éxito. Al igual que en Egipto, con el rio
Nilo, el rio Ranchería es una fuente natural de agua que hace que esas comunidades
puedan obtener su sustento.
Para infortunio de los Wayú y del
rio mismo, bajo su cause existen vetas de Carbón que pueden ser mejor
explotadas si el río es desviado. Esto unido a una represa que nunca terminaron
y al fenómeno de cambio climático que disminuye las concentraciones de hielo en
la Sierra Nevada, han llevado a que las condiciones físicas de la región
cambien significativamente más rápido de lo que cambia la cultura de vida.
La explotación minera, el
represar ríos y la emisión de gases de carbón, son una necesidad para el
crecimiento económico, sin duda. Sin embargo, sólo una pequeña parte de los
beneficios de esas actividades nos llegan a todos. La mayor parte de los
beneficios se queda en los inversionistas de capital. Bajo un sistema de
mercado esto es justo, pues sólo es con la decidida inversión del capital y con
los riesgos financieros que se corren, es que podemos conseguir esos pequeños
beneficios.
En el libro ‘Lo que el dinero no
puede comprar’, del filósofo estadounidense, Michael Sandel, pretende
establecer límites morales a lo que puede ser objeto de apropiación en un
sistema de mercado. Entre varios ejemplos señala el de un espectáculo público
gratuito en Nueva York, que por su calidad es objeto de muy alta demanda,
aunque el espacio para poder verlo es limitado.
Por ello ciertas personas
encuentran que es justo, en un sistema que trata de aproximar a la oferta y la
demanda, apropiarse de lugares en las filas para poder venderlas posteriormente
a las personas que tienen capacidad de pago. De esa manera un espectáculo que
es público y que está destinado a toda la población termina convertido en algo
absolutamente privatizado y que sólo puede ser disfrutado por algunos.
Popayán, 10 de febrero de 2016
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