En una entrevista que leí hace algún tiempo, el profesor de
economía e investigador del Banco Mundial, Branko Milanovic, hizo una
referencia a la famosa frase “yo soy yo y mi circunstancia…” que escribió José
Ortega y Gasset en su libro Meditaciones del Quijote. Lo anterior, en alusión a
que según el profesor Milanovic, aproximadamente el 80% de nuestro actual
ingreso depende del país donde hayamos nacido y de quiénes son nuestros padres.
Sólo un 20% corresponde a otros factores que, aunque personales, no
necesariamente dependen del mérito, como la suerte, la raza y el género.
Esto nos presenta un panorama muy poco optimista en el que,
por regla general, nuestro esfuerzo y nuestro mérito contribuye en un pequeño
porcentaje en la configuración de nuestro ingreso.
Sin llegar a discutir el porcentaje de participación de
nuestras circunstancias en nuestro ingreso, sí que podemos afirmar que existe
una evidencia clara respecto de la gran influencia del lugar de nacimiento en
la consecución de logros personales.
Si consideráramos el Premio Nobel como un reconocimiento
personal de la actividad académica o cultural de una persona y aún reconociendo
que puede existir un cierto sesgo hacia la izquierda política, al menos en las
categorías de literatura y paz, podemos encontrar que entre 1901 y 2013, 254
personas nacidas en Estados Unidos habían recibido ese reconocimiento. En
segundo lugar y con menos de la mitad, se encuentra Reino Unido como lugar de
nacimiento de 99 premios nobel, seguido de Alemania con 98, Francia con 49,
Suecia 28 y Holanda con 17. Entre los demás países del mundo se reparten 268
premios nobel.
Entonces entre estos los 7 primeros estados se cuentan 545
reconocimientos, mientras que entre el resto de países se reparten 268 premios.
Si tenemos en cuenta que hay 194 estados reconocidos por la ONU, podemos decir
que un 3,61% de los países del mundo han obtenido 67,04% de los premios nobel.
Cifras como estas podrían confirmar que la evidente
desigualdad entre los países de nacimiento de las personas que obtienen estos
premios reproducen la desigualdad en el ingreso económico.
Quizá por eso cada vez que hay un reconocimiento
extraordinario a un colombiano, es motivo de exaltación popular. Algún día un
narrador deportivo, de esos que vociferan vivas y afirman que dios es
colombiano, dijo que de este país no salían deportistas, sino héroes.
En fin. Lo que quiero decir es que al interior de nuestro
país también encontramos esa serie de diferencias en el ingreso y esas
diferencias dependen ciertamente de nuestras circunstancias. De ahí que es
preciso establecer en cada caso particular, qué porcentaje de nuestros
reconocimientos y éxitos dependen del trabajo, del esfuerzo y dedicación de
otras personas y de la sociedad en general.
Por regla general, las personas con mayores ingresos tienen
mejores niveles y tiempos de educación. Pero para que una persona dedique
tiempo a esa preparación, para obtener mejores rentas futuras, deben existir
unas cuantas dedicadas a la producción actual.
En el futuro esas rentas más altas, producto de la no
producción actual, no deberían desconocer la participación y el aporte de todas
las circunstancias que envolvieron ese éxito y pese a que parece evidente que
uno es uno y sus circunstancias, resultaría de gran provecho reconocer qué me
pertenece exclusivamente gracias a aquéllas.
Popayán, 20 de enero de 2016
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