De revoluciones políticas están llenos nuestros libros de historia. Probablemente conocemos más las revoluciones que triunfaron, que las que resultaron derrotadas.
Por lo general, las revoluciones han sido violentas, pues están precedidas de violencia. Pero también las ha habido pacíficas como la de Gandi en la India (aunque este movimiento es consecuencia de una cruenta guerra). Desde las plagas que desató Moises, para liberar a su pueblo, que se narran el libro del Éxodo, hasta las contemporáneas de Siria y Libia, pasando por aquéllas que cambiaron el curso de la historia como las revoluciones de Estados Unidos, Francia y Rusia, la pretensión de subversión de las condiciones políticas es propio de la libertad del ser humano.
La independencia de lo que hoy conocemos como Colombia no es más, sino la consecuencia de una idea de Francisco de Miranda que concibió un gran imperio desde la desembocadura del río Misisipi, hasta el Cabo de Hornos. Si bien, el gran proyecto revolucionario nunca se llevó a cabo, la revolución sí triunfó. Un grupo de subversivos, comandados por Simón Bolívar, acabaron hace 200 años con el régimen monárquico que gobernaba América del Sur e implantaron un nuevo régimen en forma de República.
No obstante, hasta aquí, a pesar de la identidad con el objetivo, no podemos hablar de guerrillas pues estos grupos son la respuesta a las estrategias militares entre fuerzas desiguales.
Quizá los primeros movimientos insurgentes guerrilleros, tal como los conocemos hoy en día, tienen forma en la España ocupada por Napoleón. Nada tienen que ver, entonces desde luego, con marxismo, leninismo, comunismo, trostkismos...
De hecho, la palabra guerrilla es una palabra del español. Es un diminutivo de la palabra guerra y se usa tal cual en el inglés, francés o alemán. Guerra es a guerrillas, como chiquillo es a chico, camilla a cama o panecillo a pan.
En América, la primera estrategia de guerrillas, probablemente se estableció en Nicaragua durante la ocupación de esa nación, por parte de los Estados Unidos entre 1912 y 1933. Un movimiento de resistencia frente a dicha ocupación fue liderada por Augusto César Sandino, quien posteriormente inspiraría la creación del Ejército Sandinista de Liberación Nacional, que consiguió derrocar al gobierno de Somoza en 1979.
También fue una revolución guerrillera la que llevó al derrocamiento del gobierno de Fulgencio Batista en Cuba liderada por Fidel Castro. No obstante, ésta revolución no fue ni en su forma guerrillera, ni en su triunfo, una revolución socialista, ni marxista. El único propósito consistía en el derrocamiento de un gobierno que representaba un sistema político que se tenía como corrupto. La orientación política hacia el socialismo, sólo vino después, como consecuencia del apoyo que recibió Cuba, por parte de la Unión Soviética.
Diez años antes del triunfo de la revolución cubana, en Colombia ya habían grupos de resistencia campesina. En este caso no se hacía resistencia a una ocupación extranjera, pero sí a las operaciones sistemáticas del mismo Estado Colombiano gobernado por el partido Conservador.
Pero las primeras guerrillas y los primeros guerrilleros, con tales nombres, fueron las llamadas guerrillas liberales, que tenían asiento principalmente en los llanos orientales, en el Huila y en Tolima. Contaron, en ocasiones, con apoyo económico y político del partido liberal.
Estas guerrillas no eran comunistas, ni marxistas y se desmovilizaron producto de un proceso de paz en 1953 durante el gobierno de facto de Gustavo Rojas Pinilla.
En Europa, entre tanto, se produjeron nuevos movimientos guerrilleros. Los principales, en España, Francia, Italia y también en Rusia, que resistían contra de la ocupación alemana o contra sus apoyos fascistas de Franco y Mussolini. Estos campesinos que tomaban parte de los movimientos de resistencia se llamaron partisanos, que proviene del italiano partigiano (partidario).
No existe relación alguna del movimiento partisano con el comunismo (salvo el movimiento partisano soviético, en virtud de la defensa de su revolución bolchevique) Se trata exclusivamente de un grupo militar precariamente organizado para la resistencia violenta en contra de la ocupación de un régimen extranjero.
De vuelta a América Latina, los movimientos guerrilleros en los años sesenta, surgieron por todo el continente: Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Perú, Chile, Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil.
Muy probablemente el triunfo de la revolución cubana de 1959 y la polarización del mundo durante la guerra fria, contribuyeron a la germinación de estos movimientos. Sin embargo, en la mayor parte del continente o bien, se terminaron con negociaciones como en El Salvador o, estos grupos fueron acabados prontamente por los ejércitos regulares, como ocurrió en Chile, Argentina y Brasil.
En Colombia, como se dijo, los primeros movimientos guerrilleros no estuvieron, en sus inicios, orientados al socialismo, al comunismo o al marxismo leninismo. Surgieron como mecanismo de defensa en contra de las múltiples acciones de un gobierno conservador.
Las guerrillas eran pues netamente organizaciones armadas campesinas, con poca vocación política, mucho menos estaban orientadas a subvertir el orden constitucional. No obstante, las condiciones estaban dadas para que la influencia de otras personas instruidas en la política, la economía y la filosofía, pudiesen hacer germinar movimientos con verdaderas pretensiones políticas y de subversión. El campesinado, representado en Manuel Marulanda Vélez y el sector obrero popular de las ciudades, por Jacobo Arenas, dieron lugar a la creación de las Farc.
Por otro lado, el ELN fundado por los hermanos Vásquez Castaño, recibió una fuerte dosis de doctrina desde la Teología de la Liberación, de la mano del cura Pérez, José Antonio Jiménez y Domingo Laín.
Otros movimientos guerrilleros con orientación marxista en Colombia fueron el EPL, el PRT y el Quintín Lame, este último con pretensiones de reivindicación de derechos de los pueblos indígenas.
Un capítulo aparte puede escribirse sobre el M-19 pues este movimiento guerrillero, contrario a los demás que hacían parte de la lucha insurgente en Colombia, estaba dirigido no por campesinos, sino en su mayoría por estudiantes y población urbana.
Además, de él hicieron parte algunos miembros de familias prestantes, con amplias conexiones en el mundo político. Quizá, en razón a ello, gozaban de cierto favor dentro de la sociedad. Jaime Bateman, su principal ideólogo salió de las Farc y creó un movimiento al que se unieron hombres como Carlos Pizarro León-gomez hijo del almirante de la República, Juan Antonio Pizarro.
La década de los 90 es definitiva para el amalgama entre un proyecto político armado y el narcotráfico. Las cantidades de dinero que requiere la guerra sólo pueden ser financiadas a través del tráfico de cocaína, que involucra, del otro lado, armas y entrenamiento.
El año 2001, el mundo sufrió una convulsión con el ataque terrorista de que fueron objeto las ciudades de Nueva York y Washington. El terrorismo como enemigo global, se apoderó de los discursos hegemónicos y, por esa vía, una guerra de guerrillas terminó convertida en una amenaza terrorista y al guerrillero en terrorista.
Un acto terrorista es abiertamente diferente de un acto de guerra de guerrillas. El acto terrorista tiene como objetivo principal sembrar pánico entre la comunidad. No se requiere ser guerrillero; incluso, no se requiere ser un actor armado para efectuar un acto terrorista. Una simple llamada que provoque terror en la población o en una parte de ella, ya es terrorismo.
Ahora, lo que ha ocurrido no sólo en Colombia, sino en otros lugares, es que los grupos de resistencia, de autodefensa o separatistas que habían optado por un combate tipo guerra de guerrillas, efectuaron también actos terroristas. Un ejemplo es el Ejército Republicano Irlandés.
De otro lado, grupos con pretensiones de reivindicación política como ETA en España, concentraron su actuar de forma exclusiva en ataques terroristas, sin que asomara una estrategia de guerrillas.
En esa medida, ¿puede afirmarse que quien cometa un acto terrorista es terrorista?
Así lo creo. Sin duda un grupo que utilice el terrorismo como mecanismo de obtener ventajas militares o reivindicaciones en el terreno político es, ciertamente un grupo terrorista. Lo que ocurre es que si se acude a una estrategia de guerra de guerrillas también es un grupo guerrillero.
En Colombia sólo dos grupos guerrilleros han efectuado acciones terroristas. Las FARC y el ELN.
Un ataque dirigido contra un objetivo estatal no puede calificarse como terrorista. Tiene una orientación definida hacia la disminución de la capacidad política y militar del Estado contra quien se está enfrentando. Un ataque terrorista tiene, por el contrario, como objetivo principal y exclusivo, a la población civil, desarmada y que no participa directamente en el conflicto armado; es indiscriminado, porque no tiene un objetivo militar definido. Busca simplemente desestabilizar a la sociedad con el terror para presionar la toma de una decisión política.
Un ejemplo de atentado terrorista de las Farc fue, sin duda alguna, la bomba en el club El Nogal, el 7 de febrero de 2003. Pero no puede considerarse un acto terrorista la toma de la base militar de Las Delicias, en Putumayo del 30 de agosto de 1996.
Hay otros ejemplos en los que las líneas que separan un acto de guerra de guerrillas con un atentado terrorista son más delgadas, como los ataques a infraestructura petrolera.
En conclusión, considero que, en un país que ha estado y estará en un estado de postconflicto, es pertinente efectuar una revisión de las categorías de referencia de los actores del conflicto político militar que ha atravesado Colombia desde 1948.
Las revoluciones y los revolucionarios han tomado distintas formas. Algunos han creído que las grandes transformaciones sociales sólo pueden producirse en virtud al triunfo de un movimiento armado revolucionario.
Algunos con ejércitos convencionales revolucionarios, como ocurrió con los comandados por Washington, Bolívar, O Higgins y San Martín en América o Napoleón Bonaparte en Europa.
Otros mediante la guerra de guerrillas como ocurrió en buena parte del Siglo XX en el mundo como la China de Mao Zedong, las del Vietcong en Vietnam, el M-23 en el Congo, FLN en Argelia, La Lanza de la Nación de Nelson Mandela en Surafrica y toda suerte de movimientos similares en América Latina.
Estados Unidos no ha sido ajena a la formación de grupos armados de resistencia al estilo guerrillas. Durante los años sesenta se crearon grupos de autodefensas raciales urbanas. El más reconocido fue el Partido Panteras Negras, que surgió en California como reacción a situaciones asociadas a racismo.

La historia de Colombia ha demostrado, sin embargo, que las grandes
transformaciones que ha tenido el país después de la abolición de la Constitución de Rionegro en 1886, sólo se han conseguido a través de la vía política y nunca por la vía militar. Estas grandes transformaciones (no necesariamente buenas), podrían ser las siguientes, en mi criterio:
a) La reforma constitucional de 1936 en medio del programa La revolución en marcha de López Pumarejo;
b) El golpe de Estado de Rojas Pinilla que, aunque gobierno de facto, consistió en un golpe más político que militar, el 13 de Junio de 1953
c) El Frente Nacional, luego del Pactos de Sitges y Benidorm, el 24 de julio de 1956
d) La Asamblea Constituyente de 1991 como resultado de, entre otras cosas, el tratado de paz con el M-19
Las revoluciones no sólo han sido importantes en la historia, sino que han sido absolutamente imprescindibles para el reconocimiento de los derechos individuales. No podríamos hablar de derechos humanos sin que se hubiese dado la firma de la Carta Magna por el rey Juan sin Tierra en Inglaterra de 1216; y de qué servirían los derechos humanos si continuaran prácticas políticas como el Apartheid.
Y el discurso de los derechos humanos es la antítesis del socialismo. Defiende, por el contrario, la libertad de los individuos frente al inmenso poder del Estado.
La revolución es una expresión de la libertad individual y del derecho constitucional a desobedecer la ley que se considera injusta, bajo un razonamiento moral que nos es garantizado bajo la figura de la objeción de conciencia en el caso colombiano, por el artículo 18 de la Constitución Política.
Decía alguna vez Carlos Gaviria Diaz, en expresa alusión a Francesco Carrara y respecto del delito político, que la única diferencia entre un delincuente político y un gobernante es que el primero, en el uso de las armas, fue vencido.
Dado que hemos perdido el rumbo de la historia, es fácil hoy en día repetir esa misma diferencia conceptual, pero esta vez entre los adjetivos narcoterrorista y revolucionario.
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