viernes, 2 de octubre de 2015

CANDIDATOS, ¿DISPUESTOS A PERDER?

Hace poco tiempo apareció en Facebook una suerte de encuesta viral que invitaba a las personas a contestar algunas preguntas, para que luego calificaran las respuestas catalogándolas en un plano cartesiano de identificación política. En ese plano cartesiano se encontraba, en el eje x, la línea que políticamente dividiría al pensamiento de izquierda y el de derecha. Mientras tanto, en el eje y, en la parte superior, la identificación de un pensamiento comunitario y abajo un pensamiento libertario o individualista.

Pensaba yo que sería muy importante conocer lo que piensan los políticos sobre diferentes situaciones hipotéticas y con las cuales se identificarían o no los votantes.

Pero la política dista tanto de lo electoral, que aquí no importa qué piense o qué privilegien los candidatos. Aquí, al parecer, lo que importa es la adhesión que pueda conseguir. No importa si políticamente coincida o no.

En Popayán quedan en contienda sólo tres candidatos de los cinco que inicialmente se inscribieron. Según las encuestas y, según mi percepción personal, las dos candidaturas con más opción de obtener una mayor cantidad de votos el próximo 25 de octubre, son la de César Cristian Gómez y la de Jimena Velasco y por eso me voy a referir a ellas.

Uno supondría que del Partido Liberal se podrían esperar políticas públicas que favorezcan los derechos, el reconocimiento y el respeto por la comunidad LGBTI, o de la libertad de las mujeres para decidir sobre la interrupción voluntaria del embarazo, o del reconocimiento del Estado como responsable de algunas víctimas en el conflicto armado; pero lo creo tan poco probable, cuando se han tenido que firmar “acuerdos programáticos” con sectores religiosos que no están de acuerdo con esos postulados de libertad individual, o con otros sectores doctrinarios de una seguridad nacional que limite las libertades, para privilegiar el interés supremo de la Patria.

Uno supondría que un verdadero “Cambio para Popayán” tendría como requisito sustancial, terminar con una relación electorera de rancia data entre el politiquero de oficio y las personas que estarían encargadas de formular y ejecutar las políticas públicas. Sin embargo, la llegada de dinosaurios, de paquidermos, de ejemplos de clientelismo por antonomasia, hace pensar que el cambio tampoco sería posible.

Todas estas adhesiones, tienen un común denominador: la ambición de ganar la contienda. La de superar a los adversarios, sin importar lo que deba hacer.  Y si se advierte que no se puede ganar todo, al menos, ganar un poquito.

Alguna vez, hace años, alguna amiga que aspiraba a un cargo de elección pública, me decía: Es que si yo me lanzo es para ganar. Y yo asentí y le di la razón, claro, más porque me daba francamente pereza contradecirla.


Yo creo que en una sana democracia sería deseable que haya candidatos que estén dispuestos a que las personas escruten profundamente su pensamiento y que, en virtud a ello, estén dispuestos a saber que las demás personas piensan diferente. En otras palabras, candidatos que estén dispuestos a perder.

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