Pedirle al ladrón que restituya lo robado; al asesino que no mate, al secuestrador que deje de secuestrar; en fin y como se dice en estos casos, que el olmo dé peras, exige un poco más que fe y una desmesurada quizá… ¿ingenuidad?
Acometer actos de secuestro y mantener a unas personas en esas condiciones y más; hacerlas responsables de sus vidas e integridad física por supuesto debe únicamente atribuírsele a aquellos que ejecutaron esos actos que hoy, estamos lamentando y repugnando.
Pero también es cierto que dadas las circunstancias: el secuestro es una realidad que debemos afrontar y que en nuestra representación, el Estado debe hacer frente. El secuestro no es una entelequia o un estado no ideal contra lo que nos manifestamos. Ahí están miles de colombianos siendo victimas de ese espantoso delito.
Ahora bien; como exigiríamos ante la realización de un delito la reacción del Estado al que hemos confiado algunas herramientas como el derecho y las armas, debemos también exigir su decidida intervención para que cese el padecimiento de las víctimas del secuestro. Y esa decidida intervención no es encabezando marchas pidiendo la liberación inmediata e incondicional.
Lo que quiero decir es que no debe haber la menor duda de la responsabilidad que le asiste al secuestrador por su acto. Las FARC son responsables al decidirse por el secuestro como forma de lucha pero eso, no quiere decir que el Gobierno deje entonces en manos de ellos la consecución de la libertad de los secuestrados.
EL Gobierno tiene las armas pero también tiene el derecho y sobre todo, la facultad de realizar acuerdos incluso, con delincuentes (como ya se ha visto) para que confiados en el Estado que nos representa, podamos llegar un día a ver cesar el padecimiento de las víctimas del secuestro.
Mientras escribo esto, leo en la página web oficial de la Presidencia de la República un titular: “PRESIDENTE PIDIÓ A VIRGEN DE CHIQUINQUIRÁ POR LA LIBERTAD DE LOS SECUESTRADOS”
Yo la verdad, preferiría pedírsela al Presidente Uribe.
martes, 10 de julio de 2007
jueves, 21 de junio de 2007
Va una por su mamá y otra por su abuela
Uno de los índices de eficiencia de la movilidad en las ciudades que buscan progreso, es el tiempo promedio que invierten las personas desde sus casas hasta sus lugares de trabajo o estudio. Cada día se piensa en nuevas alternativas para disminuir ese índice y así convertir una ciudad en una empresa más y más eficiente.
Popayán es una ciudad donde se realizan las obras más inocentes en busca de esa eficiencia. Hace algún tiempo, se construyó un puente peatonal en la zona de los Colegios Las Salesianas y El Seminario Menor; algunos meses después, programaron unos semáforos para automóviles y el de peatones que equiparon, cubría el mismo sector y para los mismos servicios. Sólo faltó un aviso de advertencia: “peatones caminando”.
Existen en Popayán vías paralelas a las avenidas que en otras ciudades se llaman vías lentas. Se supone que deben ser las apropiadas para que los vehículos de servicio público transiten, como también los particulares que buscan tomar las calles residenciales. En Popayán, sirven de parqueadero para las casas y el comercio que está en su área de influencia y como si fuera poco, no sé a quién se le ocurrió cerrarlas para no darles el uso que corresponde como sucede en el punto conocido como El Cachaco. Pues tocó cogerlo de parqueadero para quienes frecuentan ese sitio.
Y qué decir de los semáforos que pusieron en la glorieta Simón Bolívar (La Toscana) están hechos para que funcionen de manera eficiente cuando están apagados.
No menos absurda es la construcción de andenes en los sardineles que separan las avenidas y cuántas obras más que se realizarán en la Ciudad Blanca para poder poner una valla de autopropaganda y poder realizar una que otra contratación.
El fin de semana anterior tuve la oportunidad de volver a Popayán después de algunos días y me encontré que habían equipado la panamericana a la altura de la loma de las cometas con algunos reductores de velocidad que dan al traste con lo que una persona sensata buscaría para una ciudad que quiere salir del siglo XVIII y omitiendo quizá estudios sobre las causas principales de la accidentalidad en ese punto -que no debe ser el exceso de velocidad sino el alcohol- decidieron realizar esa construcción.
Contaba Fernando Vallejo en su libro El Desbarrancadero que muchos años después de no volver a su casa en Medellín, se encontró con una grada inútil que unos tipos habían construido en su baño. Cuando Vallejo golpeó contra esa dichosa grada dijo refiriéndose a aquellos albañiles: Doblehijueputas; una por su mamá y otra por su abuela.
Popayán es una ciudad donde se realizan las obras más inocentes en busca de esa eficiencia. Hace algún tiempo, se construyó un puente peatonal en la zona de los Colegios Las Salesianas y El Seminario Menor; algunos meses después, programaron unos semáforos para automóviles y el de peatones que equiparon, cubría el mismo sector y para los mismos servicios. Sólo faltó un aviso de advertencia: “peatones caminando”.
Existen en Popayán vías paralelas a las avenidas que en otras ciudades se llaman vías lentas. Se supone que deben ser las apropiadas para que los vehículos de servicio público transiten, como también los particulares que buscan tomar las calles residenciales. En Popayán, sirven de parqueadero para las casas y el comercio que está en su área de influencia y como si fuera poco, no sé a quién se le ocurrió cerrarlas para no darles el uso que corresponde como sucede en el punto conocido como El Cachaco. Pues tocó cogerlo de parqueadero para quienes frecuentan ese sitio.
Y qué decir de los semáforos que pusieron en la glorieta Simón Bolívar (La Toscana) están hechos para que funcionen de manera eficiente cuando están apagados.
No menos absurda es la construcción de andenes en los sardineles que separan las avenidas y cuántas obras más que se realizarán en la Ciudad Blanca para poder poner una valla de autopropaganda y poder realizar una que otra contratación.
El fin de semana anterior tuve la oportunidad de volver a Popayán después de algunos días y me encontré que habían equipado la panamericana a la altura de la loma de las cometas con algunos reductores de velocidad que dan al traste con lo que una persona sensata buscaría para una ciudad que quiere salir del siglo XVIII y omitiendo quizá estudios sobre las causas principales de la accidentalidad en ese punto -que no debe ser el exceso de velocidad sino el alcohol- decidieron realizar esa construcción.
Contaba Fernando Vallejo en su libro El Desbarrancadero que muchos años después de no volver a su casa en Medellín, se encontró con una grada inútil que unos tipos habían construido en su baño. Cuando Vallejo golpeó contra esa dichosa grada dijo refiriéndose a aquellos albañiles: Doblehijueputas; una por su mamá y otra por su abuela.
viernes, 18 de mayo de 2007
Google y Descartes
La existencia, según Descartes, se evidenciaba en la razón. La internet ahora, estrecha nuestras vidas en sus redes y sólo en ellas, ahora afirmamos nuestra existencia.
“Pienso, luego existo”.
Alguna vez Usted, señor lector, por razones egocéntricas, de narcisismo o simplemente curiosidad ¿ha buscado su nombre en uno de los buscadores más populares de los últimos años? Pensaba yo que aquella máxima filosófica de fundar la existencia en la razón y ésta a su vez en la existencia, debía transformarse en la actualidad por: “aparezco en google, luego existo”
Algún día de viernes en la noche sin nada qué hacer, me di a la tarea de buscar a algunos de mis amigos en google para ver entonces, quiénes de ellos existían. Algunos con uno, otros con dos los más afortunados con diez registros, mis amigos existían; aparecían en google, luego existían.
De todos, Johann Rodríguez-Bravo, fue la excepción. Con más 370 entradas en el buscador, les ganó a todos. Paradójicamente, quién más aparece en google, ya murió hace algún tiempo.
Le sobrevivieron sus novelas, sus cuentos, sus reseñas y artículos. Le sobrevivieron sus chistes, sus anécdotas y una revista que entre los 189.000 resultados que tiene “la mandrágora” y que espero esté perdida en algunos de ellos, existirá por siempre en la memoria de nosotros, sus amigos para quienes no necesitamos una fecha especial para hacerle de alguna manera, un homenaje a su existencia.
Johann: seguís apareciendo en google, luego existís. Un abrazo.
“Pienso, luego existo”.
Alguna vez Usted, señor lector, por razones egocéntricas, de narcisismo o simplemente curiosidad ¿ha buscado su nombre en uno de los buscadores más populares de los últimos años? Pensaba yo que aquella máxima filosófica de fundar la existencia en la razón y ésta a su vez en la existencia, debía transformarse en la actualidad por: “aparezco en google, luego existo”
Algún día de viernes en la noche sin nada qué hacer, me di a la tarea de buscar a algunos de mis amigos en google para ver entonces, quiénes de ellos existían. Algunos con uno, otros con dos los más afortunados con diez registros, mis amigos existían; aparecían en google, luego existían.
De todos, Johann Rodríguez-Bravo, fue la excepción. Con más 370 entradas en el buscador, les ganó a todos. Paradójicamente, quién más aparece en google, ya murió hace algún tiempo.
Le sobrevivieron sus novelas, sus cuentos, sus reseñas y artículos. Le sobrevivieron sus chistes, sus anécdotas y una revista que entre los 189.000 resultados que tiene “la mandrágora” y que espero esté perdida en algunos de ellos, existirá por siempre en la memoria de nosotros, sus amigos para quienes no necesitamos una fecha especial para hacerle de alguna manera, un homenaje a su existencia.
Johann: seguís apareciendo en google, luego existís. Un abrazo.
martes, 15 de mayo de 2007
La revaluación del peso. ¿Cómo afecta en Popayán?
Siempre he pensado que existe una tasa de cambio entre el peso patojo y el peso capitalino. Y es que el peso patojo es más barato o, simplemente, el peso patojo compra más cosas. Si no lo cree, salga con los mismo pesos en el bolsillo en Popayán y en Bogotá a ver en qué ciudad se entra más borracho. Y eso, sin contar que los arrendamientos, la alimentación y el vestido que son más caros en la Capital.
Se ha visto, especialmente en el último mes, una tendencia a la revaluación del peso más pronunciada que en los meses anteriores. Un dólar vale aproximadamente 100 pesos menos hoy, que hace un mes. Pero lo que no han descubierto los economistas es entonces, que en Popayán la revaluación haya sido aun de proporciones mayores. Si en la capital la T.RM. para el día de hoy es de $ 2.002 (COP: Colombian pesos), eso querrá decir que la T.R.M. en Popayán podría ser de $1700, $1750; quizá ¿$1.800? ni idea. Habría que establecer qué tanto compra un peso patojo en comparación con un peso capitalino.
Existe en la economía un indicador que, a pesar de no ser muy ortodoxo, es muy significativo para establecer la capacidad de compra de la moneda en los diferentes países. Es el famosísimo indicador Big Mac. Consiste en comparar el precio de una hamburguesa Big Mac de Mc Donalds ® en cada país.
El problema que encontraremos en Popayán es que no tenemos Mc Donalds®. ¿Cómo sabremos la tasa de cambio entre el peso patojo y el peso capitalino?
La empanada de Pipián (o pipiam para otros) vendría bien pues es vendida y apreciada tanto en la Jerusalén de América como en la capital de Colombia. Una empanada de Pipián en promedio se cotiza a $200 en el mercado de los alimentos tradicionales en nuestra ciudad blanca; en tanto que en la Capital, se encuentra a un precio promedio de $650. Hemos establecido entonces que con $650 capitalinos, Usted compra 3.25 empanadas de pipián en la ciudad de la Torre del Reloj.
Lo que si es cierto entonces es que el peso patojo es una moneda más dura que el peso Capitalino. ¿Qué hacer? Propongo entonces pasarnos a otra moneda. Una que nos represente más y que nos permita participar en el mercado de las divisas y obtener réditos para la próxima semana santa. Propongo que la nueva moneda se llame el Pipián (también podría llamarse el real pipián o noble pipián o, hidalgo pipián).
Si Usted pudiera pagar con pipianes en Bogotá, tendría sólo que cancelar 6.5 pipianes para tomar un Transmilenio, o 14 pipianes para pagar la carrera mínima de un taxi.
Gente: A Vender pesos, a comprar pipianes.
Se ha visto, especialmente en el último mes, una tendencia a la revaluación del peso más pronunciada que en los meses anteriores. Un dólar vale aproximadamente 100 pesos menos hoy, que hace un mes. Pero lo que no han descubierto los economistas es entonces, que en Popayán la revaluación haya sido aun de proporciones mayores. Si en la capital la T.RM. para el día de hoy es de $ 2.002 (COP: Colombian pesos), eso querrá decir que la T.R.M. en Popayán podría ser de $1700, $1750; quizá ¿$1.800? ni idea. Habría que establecer qué tanto compra un peso patojo en comparación con un peso capitalino.
Existe en la economía un indicador que, a pesar de no ser muy ortodoxo, es muy significativo para establecer la capacidad de compra de la moneda en los diferentes países. Es el famosísimo indicador Big Mac. Consiste en comparar el precio de una hamburguesa Big Mac de Mc Donalds ® en cada país.
El problema que encontraremos en Popayán es que no tenemos Mc Donalds®. ¿Cómo sabremos la tasa de cambio entre el peso patojo y el peso capitalino?
La empanada de Pipián (o pipiam para otros) vendría bien pues es vendida y apreciada tanto en la Jerusalén de América como en la capital de Colombia. Una empanada de Pipián en promedio se cotiza a $200 en el mercado de los alimentos tradicionales en nuestra ciudad blanca; en tanto que en la Capital, se encuentra a un precio promedio de $650. Hemos establecido entonces que con $650 capitalinos, Usted compra 3.25 empanadas de pipián en la ciudad de la Torre del Reloj.
Lo que si es cierto entonces es que el peso patojo es una moneda más dura que el peso Capitalino. ¿Qué hacer? Propongo entonces pasarnos a otra moneda. Una que nos represente más y que nos permita participar en el mercado de las divisas y obtener réditos para la próxima semana santa. Propongo que la nueva moneda se llame el Pipián (también podría llamarse el real pipián o noble pipián o, hidalgo pipián).
Si Usted pudiera pagar con pipianes en Bogotá, tendría sólo que cancelar 6.5 pipianes para tomar un Transmilenio, o 14 pipianes para pagar la carrera mínima de un taxi.
Gente: A Vender pesos, a comprar pipianes.
miércoles, 9 de mayo de 2007
RESEÑA
ESPERAME DESNUDA ENTRE LOS ALACRANES
Una historia signada por la muerte en la que la literatura devela secretos del mundo real. En un prestigioso hotel de una noble ciudad, ocurre el homicidio del padre del personaje principal de esta novela. Casi por recibirse de una prestigiosa universidad francesa; el hijo del personaje asesinado, decide emprender bajo su cuenta el descubrimiento del asesino de su padre y dueño del hotel en donde transcurre esta historia.
Un hotel, sería el lugar perfecto para que se desarrolle esta; una novela negra, pues es por sí mismo una suerte de mundo a escala en que los personajes tejen pasajes que el espacio creado en ese antiguo monasterio Franciscano y de arquitectura colonial representa a la misma ciudad de iglesias, cal y celebraciones religiosas.
El amor, la literatura, la muerte y la venganza se suman en esta historia negra que traslada al lector a épocas de hidalgos y cultos hombres pero que se desarrolla en ésta época de la internet, correos electrónicos y Messenger.
En esta, su primera novela publicada, Rubén Varona da cuenta de la ola narrativa que se está gestando en Popayán y que de a poco ha venido transformando los susurros literarios en alguna forma de eco a nivel nacional. Al menos en Bogotá.
EVENTOS
Bogotá 12 de Mayo
Fiseta Patoja en el Restaurante Carantanta en Usaquén
Informes: gutcesar@hotmail.com y cjoaqui@yahoo.com
Fiseta Patoja en el Restaurante Carantanta en Usaquén
Informes: gutcesar@hotmail.com y cjoaqui@yahoo.com
martes, 8 de mayo de 2007
EVENTOS
VIERNES 11 DE MAYO
Banco de la República - Popayán- 6:00 p.m.
Lanzamiento del la novela Esperame Desnuda Entre los Alacranes de Rubén Varona
Banco de la República - Popayán- 6:00 p.m.
Lanzamiento del la novela Esperame Desnuda Entre los Alacranes de Rubén Varona
OBJECTS IN MIRROR ARE CLOSER THAN THEY APPEAR
Con esa advertencia en el espejo de los carros del lado del pasajero, se hace precaución a los conductores, que los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen.
Es una precaución que en el Cauca deberíamos tener en cuenta máxime, cuando se aproximan elecciones locales y regionales.
La política tradicional con todos sus nombres, todas sus costumbres, puestos y contratos, retumban con especial fuerza por estas épocas en las que, con las esperanzas puestas en un futuro promisorio, olvidamos el pasado oscuro en que nos hemos visto sometidos los caucanos. Atrás quedó aquel Cauca lleno de grandeza y esperanzas. Gracias a la política y a sus exponentes, como por las artes de algún brujo, nos hemos sumido en un sueño profundo de más de 100 años del cual no hemos podido despertar. A la sazón, otros departamentos han tomado ventaja y se encuentran en camino a mejorar las condiciones sociales, económicas y culturales de sus habitantes.
Es preciso que la juventud; la nueva generación de patojos y caucanos tomen ahora, las riendas de un departamento que nos ha sido entregado en ruinas. Con peores estadísticas que las del promedio de toda la Nación; entre otras en desempleo y cubrimiento en educación y salud.
Requerimos de un avance generacional en la política que nos permita a nosotros mismos buscar el futuro que nos ha sido negado. Las capacidades de los jóvenes caucanos es de reconocimiento nacional pero no se compadece con la situación de nuestro departamento; la Universidad del Cauca baluarte de la región, con la fuerza que le da la juventud de sus estudiantes, debe apoderarse de las áreas que requiere una ciudad como Popayán y un Departamento sumido en el atraso.
Si creemos que ya hemos superado las prácticas políticas (y políticos) que otrora eran de nuestros padres y abuelos, me atrevería a decir que como la advertencia de los espejos en los carros, “objects in mirror are closer tan they appear” (los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen).
Es una precaución que en el Cauca deberíamos tener en cuenta máxime, cuando se aproximan elecciones locales y regionales.
La política tradicional con todos sus nombres, todas sus costumbres, puestos y contratos, retumban con especial fuerza por estas épocas en las que, con las esperanzas puestas en un futuro promisorio, olvidamos el pasado oscuro en que nos hemos visto sometidos los caucanos. Atrás quedó aquel Cauca lleno de grandeza y esperanzas. Gracias a la política y a sus exponentes, como por las artes de algún brujo, nos hemos sumido en un sueño profundo de más de 100 años del cual no hemos podido despertar. A la sazón, otros departamentos han tomado ventaja y se encuentran en camino a mejorar las condiciones sociales, económicas y culturales de sus habitantes.
Es preciso que la juventud; la nueva generación de patojos y caucanos tomen ahora, las riendas de un departamento que nos ha sido entregado en ruinas. Con peores estadísticas que las del promedio de toda la Nación; entre otras en desempleo y cubrimiento en educación y salud.
Requerimos de un avance generacional en la política que nos permita a nosotros mismos buscar el futuro que nos ha sido negado. Las capacidades de los jóvenes caucanos es de reconocimiento nacional pero no se compadece con la situación de nuestro departamento; la Universidad del Cauca baluarte de la región, con la fuerza que le da la juventud de sus estudiantes, debe apoderarse de las áreas que requiere una ciudad como Popayán y un Departamento sumido en el atraso.
Si creemos que ya hemos superado las prácticas políticas (y políticos) que otrora eran de nuestros padres y abuelos, me atrevería a decir que como la advertencia de los espejos en los carros, “objects in mirror are closer tan they appear” (los objetos en el espejo están más cerca de lo que parecen).
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