Estos dos fenómenos sociales y económicos llaman la
atención por estos días. Y aunque de formas distintas, ambos refieren al mismo
problema: deficiencias en la regulación del servicio público de transporte en las
ciudades de Colombia.
Empecemos por decir que el Estado ejerce una fuerte
intervención en este servicio, toda vez que corresponde a uno de naturaleza
pública, en tanto que interesa a todos los miembros de la sociedad.
La intervención, cuando no tiene en cuenta a los
elementos que configuran el mercado (precios, cantidades, oferta, demanda,
elasticidad, entre otros) genera ineficiencias y, en virtud de ellas, también
mercados negros, como paso a explicar.
Los mercados negros se caracterizan por la
ilegalidad o la clandestinidad en la que operan ofertores y demandantes; por
ejemplo: Un partido de fútbol de la Selección Colombina tiene cantidades
limitadas de tiquetes. Si la demanda por esos tiquetes supera las cantidades
limitadas, por regla general, los precios de esos tiquetes van a subir y ello
induce a que se dé una reventa. Esta reventa podría considerarse un mercado
negro, cuando ésta está prohibida.
Así mismo, son limitadas las licencias o los cupos
que concede el Estado a quienes quieren prestar el servicio de transporte
público individual (taxi).
Siendo el cupo un bien cuyas cantidades son
limitadas, ante el aumento de la demanda de servicio público, aumentará también
la demanda por cupos o licencias y ello implica el aumento de su precio. Sin
embargo, como en la reventa de tiquetes, ese aumento no representa un
incremento en lo que recibe el organizador del partido; o lo que recibe el Estado.
Ese aumento sólo representa un
enriquecimiento para el dueño del cupo.
Fácilmente podríamos decir que un taxi (con cupo) en
las actuales condiciones cuesta alrededor de 100 millones de pesos. Entonces
cuando tomamos ese servicio estamos pagando por ambos costos: por el vehículo y
sus respectivos costos y por el cupo. Entonces, estamos pagando un servicio de
100 millones, cuando en realidad nos beneficiamos de uno de 35 millones en el
mejor de los casos, o de menos, cuando el servicio se presta en vehículos
viejísimos, en malas condiciones, muy pequeños, sin posibilidad de maleteros
(que sucede en la mayoría de casos)
Y aquí radicaría el éxito de Uber en Colombia: que
presta un servicio cuyo valor resultaría más cercano a su costo real.
Sucede lo mismo con el mototaxismo. Los usuarios de
ese servicio pagan una menor cantidad de dinero, por el servicio que requieren,
y aunque transfieren parte de sus costos a todos los demás miembros de la
sociedad (en forma de riesgo), debe reconocerse que los recursos se utilizan de
forma más eficiente, pues ¿para qué destinar tantos recursos (combustible,
tiempo, espacio público) para transportar una sola persona?
Creo que lo malo del mototaxismo es el mototaxista.
Ese que no sabe conducir; que ignora las normas tránsito; que es negligente,
que no está bien educado.
La solución debe empezar por reconocer las
deficiencias regulatorias y proceder a determinar un mecanismo que haga
compatible la oferta y la demanda, con la regulación, vigilancia y control de
un servicio público.
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