sábado, 12 de septiembre de 2015

La política y los idiotas


Probablemente fue ya bien consolidado el Imperio Romano cuando la palabra idiōta en latín se usaba como calificativo de una persona ignorante o sin educación y hoy en día significa padecer de idiosis o retraso mental.

Lo cierto es que esa palabra es la latinización del griego ἰδιώτης y éste, a su vez, tiene su raíz en la palabra ἴδιος (ídios), que es una palabra que hace referencia a uno mismo, a lo privado, a lo propio. Algo equivalente al self del inglés y del que deriva la palabra selfie que es esa foto de uno, tomada por uno mismo.  

Entonces, quien sólo se interesaba en sus propios asuntos y no en los de la pólis (ciudad); es decir en la política, era llamado idiota en la antigua grecia.

Y, creo que en realidad existe una relación muy grande entre el significado que le dieron los griegos antiguos, con el que le dieron los romanos a la palabra idiota. Es decir, algo de ignorancia podría uno advertir en aquellos que no se interesan por lo público.

Quizá no en vano decía Aristóteles: “El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios

De la misma forma me parece que mucho de idiotas, en el sentido del griego antiguo; en el sentido egoísta, tienen quienes se interesan hoy por la política. Y lo digo, porque si hay algo que motive más la participación en política es el propio beneficio.

Para muchos polìticos no es el de la pólis, sino su propio interés, el que gobierna su actuar. Por otro lado, una cantidad nada despreciable de votantes y seguidores, sólo persiguen un contrato, un puesto, o una hoja de Eternit para sí mismos.

El manejo de los asuntos del Estado, en muchos casos, se convierte en fuente de enriquecimiento inmoral y de privilegios personales.

Es triste interesarse en la política como objeto de estudio en su ámbito de la moral, cuando ya no hay moral alguna que se encuentre en la política; cuando el ser humano, que por naturaleza era un animal político, como lo encontraba Aristóteles, ha pasado a ser, por el vicio, un ser incapaz de pensar en común: una bestia, un idiota.

Movilidad en Popayán

La movilidad en lo que tiene que ver con el tránsito de vehículos, ciertamente es un derecho y un interés colectivo. En Popayán, el tráfico de vehículos en determinadas horas se torna intolerable; pero la administración municipal lejos de brindar soluciones, parece que se esforzara en ahondar más la problemática.

Una sencilla observación nos demuestra que en el caso de los semáforos del sector de Torres del Rio, el mayor flujo de vehículos se da en sentido norte-sur y sur-norte; mientras que los vehículos que desde el norte toman a la izquierda hacia la vía al Huila, son mucho menos y, aún muchísimo menos, los que desde sur toman el giro hacia la izquierda hacia el sector de la Villa o en “U” al Centro Comercial.

No obstante que el flujo en los sentidos ya dichos es menor se ha impuesto, desde hace décadas, el sistema de turnos de flujo en el sentido de las manecillas del reloj. Esto implica que algunas zonas de intersección que pudieran utilizar permanecen libres la mayor parte del tiempo, mientras que desde el norte y el sur se hacen cada vez más largas y largas las filas de vehículos.

Si tan sólo se diera menos tiempo la luz verde para hacer los giros a la izquierda, para los flujos norte-sur y viceversa, se mejorarían ostensiblemente el promedio de tiempo que deben aguardar las filas de vehículos.

Mucho más podrían mejorarse los tiempos, si se eliminase el giro a la izquierda y en U, de los vehículos que se desplazan hacia el norte. No se podría realizar entonces el cruce hacia el sector de la Villa. No obstante, el traumatismo que se causa sería muy poco, porque, además de que estos vehículos no representan un flujo muy grande en comparación con los demás, aquellos que se dirigen a ese sector lo pueden hacer por el lado de Katay.

En otro punto de la ciudad, en el sector de Bella Vista, muchas veces las filas de carros empiezan casi 2 kilómetros atrás: en la “loma de las cometas”. Esto es ya inconcebible en una ciudad tan pequeña. Pero también es producto de la mala sistematización de los semáforos. El flujo de la luz en verde de los vehículos que continúan hacia el norte, alcanza a dar paso a más de 30 vehículos, pero este mismo número se detiene, producto de la luz roja (más de un minuto), para dar vía a 2 o 3 vehículos en esa misma intersección.

Como si esto fuera poco, estrenamos un sistema semafórico en la intersección del sector del SENA en el norte. Este sistema es un completo fracaso. Igual que los anteriores, parece que obedece a un incontrastable afán de la autoridad de tránsito por impedir la fluidez del paso vehicular. Es necesario detenerse, sin que la intersección esté usada, mientras los conductores perdemos la paciencia esperando ante una luz roja inocua.

La cereza de este ponqué de desatinos y que demuestran, además, la improvisación y la falta de criterio técnico para realizar las intervenciones semafóricas y por la que yo califico de deliberada la actuación de la administración en pro de los trancones, es el semáforo solitario que se instaló en la Avenida Panamericana, en el sector de la entrada a Campo Bello. Cómo sería el grado de disparate que querían hacer que, una vez instalado, no se han atrevido a ponerlo en funcionamiento y un tímida luz amarilla parpadeante informa la presencia de ese adefesio.


¿Cuánto dinero habrá destinado la administración para ese despropósito?

Uber y mototaxismo

Estos dos fenómenos sociales y económicos llaman la atención por estos días. Y aunque de formas distintas, ambos refieren al mismo problema: deficiencias en la regulación del servicio público de transporte en las ciudades de Colombia.

Empecemos por decir que el Estado ejerce una fuerte intervención en este servicio, toda vez que corresponde a uno de naturaleza pública, en tanto que interesa a todos los miembros de la sociedad.

La intervención, cuando no tiene en cuenta a los elementos que configuran el mercado (precios, cantidades, oferta, demanda, elasticidad, entre otros) genera ineficiencias y, en virtud de ellas, también mercados negros, como paso a explicar.

Los mercados negros se caracterizan por la ilegalidad o la clandestinidad en la que operan ofertores y demandantes; por ejemplo: Un partido de fútbol de la Selección Colombina tiene cantidades limitadas de tiquetes. Si la demanda por esos tiquetes supera las cantidades limitadas, por regla general, los precios de esos tiquetes van a subir y ello induce a que se dé una reventa. Esta reventa podría considerarse un mercado negro, cuando ésta está prohibida.

Así mismo, son limitadas las licencias o los cupos que concede el Estado a quienes quieren prestar el servicio de transporte público individual (taxi).

Siendo el cupo un bien cuyas cantidades son limitadas, ante el aumento de la demanda de servicio público, aumentará también la demanda por cupos o licencias y ello implica el aumento de su precio. Sin embargo, como en la reventa de tiquetes, ese aumento no representa un incremento en lo que recibe el organizador del partido; o lo que recibe el Estado.  Ese aumento sólo representa un enriquecimiento para el dueño del cupo.

Fácilmente podríamos decir que un taxi (con cupo) en las actuales condiciones cuesta alrededor de 100 millones de pesos. Entonces cuando tomamos ese servicio estamos pagando por ambos costos: por el vehículo y sus respectivos costos y por el cupo. Entonces, estamos pagando un servicio de 100 millones, cuando en realidad nos beneficiamos de uno de 35 millones en el mejor de los casos, o de menos, cuando el servicio se presta en vehículos viejísimos, en malas condiciones, muy pequeños, sin posibilidad de maleteros (que sucede en la mayoría de casos)

Y aquí radicaría el éxito de Uber en Colombia: que presta un servicio cuyo valor resultaría más cercano a su costo real.

Sucede lo mismo con el mototaxismo. Los usuarios de ese servicio pagan una menor cantidad de dinero, por el servicio que requieren, y aunque transfieren parte de sus costos a todos los demás miembros de la sociedad (en forma de riesgo), debe reconocerse que los recursos se utilizan de forma más eficiente, pues ¿para qué destinar tantos recursos (combustible, tiempo, espacio público) para transportar una sola persona?

Creo que lo malo del mototaxismo es el mototaxista. Ese que no sabe conducir; que ignora las normas tránsito; que es negligente, que no está bien educado.


La solución debe empezar por reconocer las deficiencias regulatorias y proceder a determinar un mecanismo que haga compatible la oferta y la demanda, con la regulación, vigilancia y control de un servicio público.