lunes, 20 de enero de 2014

El milagro de la fe

Las palabras fe y confianza comparte una misma raíz etimológica: fides. De ésta vienen las palabras fidelidad y también fiducia. El enriquecimiento de un puñado de personas a partir de la fe no es un fenómeno propio de las religiones, sino de todas las instituciones humanas que tienen en la fides su principal sustento.

Mucho se ha hablado en los medios de comunicación por estos días respecto de la discriminación y las grandes fortunas que han logrado amasar los -si se me permite usar la palabra- dueños de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, que a su vez también son dueños del partido político MIRA; pero la confianza que generan algunas instituciones sociales y sus sistemas es el principal motor económico para que, como un milagro, brote el dinero de forma prácticamente incesante.

 El sistema financiero y monetario, al igual que los cultos religiosos, está basado en la confianza que tienen los agentes del mercado en los productos y en el dinero que crean estos dos sistemas.

 Hace mucho tiempo que la moneda perdió valor intrínseco y representativo. Muchos recordaremos aún que los billetes colombianos estaban denominados en pesos oro. “El Banco de la República pagará al portador veinte pesos oro” decía el billete que tenía impreso en una de sus caras al Sabio Caldas. Y es que durante mucho tiempo el patrón oro reinó en el mundo entero.

 La moneda que imprimían los Estados estaba respaldada por el oro que guardaban en sus reservas los bancos centrales, sin embargo, durante la primera guerra mundial, no existía tal cantidad de oro que pudiera respaldar los billetes que se imprimieron en Estados Unidos para financiar su participación en ese conflicto. 

Pese a que después, y por corto tiempo se volvió a implantar el patrón oro, con el consenso de Bretton Woods se acabó y de forma definitiva, el patrón oro como mecanismo de reserva de valor de la impresión de dinero. Actualmente, el dinero que, con suerte está en nuestras manos y que intercambiamos para conseguir los bienes y servicios que requerimos, sólo tiene valor porque confiamos en él. En muchos libros de economía le llaman dinero fiduciario.

 Pero como si esta confianza fuera insignificante para emitir dinero, resulta más interesante la otra emisión. La emisión secundaria. La que se hace cuando cada uno de nosotros firma un pagaré al Banco para que activen las tarjetas de crédito que llegaron sin pedirlas, o para el desembolso del crédito del apartamento, etc. Y es que el sistema financiero emite dinero con la deuda de todos nosotros, y ese dinero tiene también el mismo valor que el que imprime el banco central, en tanto que confiamos que todos vamos a pagar.

 Cuando el sistema financiero recibe un depósito normal (a la vista), únicamente está obligado a guardar casi el 11%. Pero si ese depósito no puede liquidarse, sino pasado determinado tiempo (CDT), el sistema no está obligado a guardar ni un solo peso y puede transferir todo ese monto a otra persona que requiera un crédito.

 Así, si Juan llevó al sistema un CDT de diez millones de pesos. El sistema se los puede prestar a José. Ya que Juan es dueño de su CDT de diez millones y José puede disponer de esos mismos diez millones, la economía se habrá duplicado como por un milagro. Pero si además. José, con esos diez millones le paga a Pedro una moto que le acabó de vender y Pedro los consigna en el sistema financiero, esos mismos diez millones pueden ser prestados a Santiago, que quiere construir unos apartamentos para venderselos a Jesús y María. El sistema también le prestará a Santiago y, también a Jesús y María. Y los $10 millones que llevó Juan al sistema han servido para que todo el santoral de agentes económicos cuenten con 60 millones. 

Alguien con mucho tino dijo por estos días en las redes sociales que la fe mueve montañas... de dinero.

1 comentario:

Henry joaqui dijo...

Eso es claridad. Ojalá estemos conocimientos trasciendan, con fe