lunes, 18 de enero de 2010

La Viga en el Ojo Propio

Bien podríamos definir corrupción como el aprovechamiento eminentemente privado de los recursos públicos o de las funciones públicas.

Si compartiéramos la definición anteriormente propuesta, que no dista mucho de la dispuesta en el numeral 4 para esa palabra por el diccionario de la Real Academia de la Lengua, deberíamos terminar por aceptar que la tal corrupción por la cual nos rompemos las vestiduras cuando pensamos en los políticos, no sólo es propia de éstos, sino también de otros que, sin ser propiamente políticos o funcionarios estatales, han decidido aprovecharse abiertamente de recursos que son públicos para un beneficio eminentemente privado.

No es difícil encontrar varios de estos ejemplos en una desprevenida caminata; por ejemplo, por el centro de Popayán. Ahí, de manera abierta, descarada y atrevida, por no decir más, algunos comerciantes han convertido las calles y andenes, en vistosos locales comerciales en donde exhibidos en perfecta estantería, se puede encontrar toda clase de calzado. Perfectamente vestidos, se extienden los maniquís; y la no poca mercancía que estos comerciantes tienen en su existencias, se halla acomodada en las bodegas bien aderezadas y dispuestas, como es propio de ese uso comercial, en esas mismas calles y andenes que hacen parte del inmobiliario urbano que nos corresponde a todos. Es decir esos avezados comerciantes, se han aprovechado de recursos públicos para su aprovechamiento privado.

Que el desempleo, que la falta de oportunidades, son excusa para ese aprovechamiento impropio de los recursos públicos. Entonces así, no sería difícil encontrar justificación a todas las actuaciones de corrupción y fácil sería decir que dar o solicitar diezmos para otorgar tal o cual contrato, se justifica porque si no lo hago yo, lo hace el otro o, que para prolongar unas políticas públicas bien calificadas, es necesario asegurar la continuidad en las próximas elecciones para lo cual los contratistas siempre están dispuestos a “colaborar” con un porcentaje del contrato adjudicado.

En el barrio Bolívar encontramos otro ejemplo de la utilización de recursos públicos, para el aprovechamiento privado. Hemos contemplado como ha sido completamente invadida la calzada pública para servir de taller a los almacenes de lujos y repuestos para carros. Aprovecharse así de esos recursos, no es más que otras manifestaciones de la corrupción que haciendo metástasis no sólo en lo público sino en las actuaciones privadas han convertido a Popayán en una ciudad en la que el orden parece encontrarse sólo en el lema del Escudo de Colombia.
La ciencia económica se ha ocupado de estudiar, algunos aprovechamientos que no se encuentran determinantemente contemplados en las negociaciones y por las cuales una parte se sirve de otra que no encuentra contraprestación.

En los ejemplos que propongo, una parte se sirve, para el giro de sus negocios, de algo por lo que no han pagado y le causan un perjuicio a la comunidad, cuando utilizan el espacio que es público.
La externalidades o economías externas, como se ha conocido ese fenómeno económico, se trata de una de las fallas del modelo económico de mercado y es preciso que la autoridad pública, propicie a que esos costos que, en lo ejemplos propuestos los comerciantes han trasladado a todos los ciudadanos, sean interiorizados en su modelo económico y que, los réditos que se puedan obtener del espacio público vayan a un fondo público y, no a los bolsillos de comerciantes particulares.

Si además, cohonestamos con nuestra participación o incluso con nuestra indiferencia en esos modelos comerciales que se aprovechan de nuestros recursos, propiciamos también esa forma de corrupción.

A veces; muchas veces, vemos la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio.

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